Cuando el gran rey Darío de Persia vio llegar a su maltrecha flota que volvía derrotada de Grecia en la Primera Guerra Médica, una mueca de disgusto atravesó su cara.
Corría el año 490 AC y Darío, dueño del mayor y más rico imperio que el mundo hubiera visto jamás hasta ese momento, no podía creer que su invencible ejército hubiera sido derrotado por un minúsculo grupo de soldados oplitas griegos, quienes en la batalla de Maratón habían detenido, por paliza, las ansias de conquista persa.
El general griego Milcíades, a cargo de la defensa, y factótum de la decisiva victoria, se apresuró a enviar a Atenas a un extraordinario mensajero llamado Filípides para dar la noticia de la victoria. El apuro era porque las mujeres atenienses tenían la orden de suicidarse en masa si los persas triunfaban e invadían Atenas. Filípides corrió sin parar los 42,5 km hasta la ciudad, y al llegar exclamó “Victoria”, y cayó muerto por el esfuerzo.
Tal fue la furia de Darío que llamó a Atelio, su esclavo de mayor confianza, y le ordenó que a partir de ese momento le recordara, todos los días al servirle su cena, que tenía que aplastar a los griegos y vengar la derrota.

“Aquí tienes tu cena mi señor y amo, rey más poderoso del mundo. Ya termina otro día y todavía no te has vengado de los griegos”, decía el esclavo al servir al gran rey cada noche.
Este pasaje de la historia me hizo pensar profundamente sobre los problemas humanos, muchos de los cuales, curiosamente, ya existían en la antigüedad, y subsisten hasta nuestros días. Podríamos hablar de muchos de ellos, pero, lo que me llama la atención, es esa necesidad de recordatorio que pedía el rey persa.
Uno puede imaginarse que las obligaciones diarias del rey serían muchas. Con un imperio que se extendía desde el Mar Mediterráneo hasta la India, el monarca debía estar cargado de obligaciones diarias, como decidir sobre la administración del imperio, recibir embajadores, entrenar a su ejército, impartir justicia, etc.
Es decir que los humanos, ya desde la antigüedad, necesitamos un recordatorio programado, porque las obligaciones son tantas y tan variadas que tendemos a concentrarnos en lo más inmediato y vamos perdiendo contacto con otras tareas, propósitos u objetivos, que quedan olvidados en el mar de obligaciones cotidianas.
El Balanced Scorecard es una técnica que permite visualizar, con una periodicidad casi inmediata, todo aquello que es importante, estratégico, y que requiere de nuestra atención, tanto a corto como a largo plazo. Este recordatorio, poderosamente potenciado por la visualización semaforizada de KPIs, nos invita a decidir, a tomar acciones, a producir cambios.
Si el rey persa hubiera accedido a un Balanced Scorecard, probablemente tendría algo como lo que sigue, con diferentes KPI semaforizados según los objetivos:

Y hasta podría contar con un Mapa Estratégico:

Los tiempos han cambiado y los reyes, como los empresarios, gerentes y responsables de áreas en empresas, afortunadamente ya no necesitan de esclavos que les recuerden sus objetivos. Lo podemos hacer con las más modernas técnicas de gestión, como el Balanced Scorecard.
Aun así, el gran rey Darío nunca pudo vengarse de los griegos. Murió antes de terminar la guerra, pero esa es ya otra historia.
Si el Rey Darío hubiera tenido un Balanced Scorecard, la historia hubiera sido distinta…. Buen artículo!